LA PRESENCIA DE ALBERT. (Manga vs. Anime)
por: Alimar
     Albert llegó a mi vida a través del maravilloso anime de Candy-Candy, mucho antes de que yo siquiera me imaginara que estaba basado en un manga. Todavía más, cuando yo disfrutaba esta  hermosa serie, no tenía siquiera una remota idea del significado de la palabra “manga” (salvo como  aquella pieza de tela que suele cubrir el brazo, jeje)

        Los conceptos “manga” y “anime” son de incorporación relativamente reciente en mi vocabulario. Pero el conocimiento de ambos y el acceso a los mismos, han transformado un tanto mi visión sobre Candy.  Creo que a la mayoría de los amantes de esta serie  (por lo menos en Latinoamerica) nos ha ocurrido algo similar: el anime llegó primero a nuestras vidas y, por lo mismo, estamos  (o estuvimos )más apegados a la historia que en él se manejó, la cual observa varias diferencias con respecto a la idea original reflejada en el manga.

        Mi primer contacto con el personaje de Albert fue, evidentemente, a través de la animación. Esta nos presenta un Albert maravillosamente dulce y tierno que, al igual que en el manga, constituye el amigo incondicional y el apoyo irrestricto para Candy en todo momento. Las apariciones de Albert en el anime, tanto al principio como a mediados de la historia, salvo pequeños detalles coinciden bastante con las del manga: el rescate en la cascada,  el afectuoso consuelo tras la muerte de Anthony,  el encuentro en Londres, el accidente de él y su envío al  hospital de Chicago donde Candy trabaja.

        De igual modo, son pocas las diferencias sustanciales que hay durante la etapa inicial de la amnesia de Albert (equivalente al manga siete). Tanto en el manga como en el anime son días bellísimos, llenos de alegría, compañerismo y de la hermosa capacidad de compartir. Incluso el anime hizo justicia a la que para mí fue la primera ocasión en que Albert aceptó para sí mismo que sus sentimientos por Candy estaban cambiando. La frase “Vuelve pronto a casa Candy, contigo a mi lado no necesito recuperar la memoria”  y el tono y la mirada con la que es pronunciada, me parece que dijeron mucho.

        ¿En dónde están las divergencias entonces? A mi modo de ver se hallan en los últimos capítulos de la serie, donde, en el manga, Albert cobra un protagonismo inesperado y Candy y él viven sus mejores momentos juntos. Siento que el anime nos “robó” a ese Albert y solo nos regaló unas cuantas gotas de él en el final.

        El manga, en cambio, le otorga un peso extraordinario en los tomos ocho y nueve.  La manera en que el personaje se desenvuelve en uno y otro  está impregnada de diferentes características que vale la pena mencionar por separado.

        El manga ocho  nos entrega un Albert comprensivo que, además de ser el amigo entrañable, es también el “paño de lágrimas” de Candy ante el dolor de su separación con Terry.   Simultáneamente ofrece al amigo y al consuelo perfectos. Desde el momento mismo en que recibe a Candy en sus brazos, tras el rompimiento de ella con Terry en Nueva York, Albert despliega toda una gama de atenciones exquisitas que van desde escuchar la historia con silenciosa prudencia y brindar sus apreciaciones al respecto, hasta ofrecer lo mejor de sí mismo por brindarle consuelo y esperanza.

        Este es el Albert que abraza, que acaricia, y que esconde recortes de la carrera artística de Terry, que parece precipitarse al fracaso, para que el conocimiento de estos hechos no haga sufrir a Candy,  quien se encuentra impotente para ir a su lado a brindarle consuelo. El mismo Albert que la toma en brazos, la deposita en su lecho y seca las lágrimas del rostro de la joven que se encuentra en plena agitación emocional al enterarse de lo ocurrido con Terry  El  Albert que recupera la memoria pero no tiene el valor para decírselo a Candy porque teme que eso significara la separación de la vida en común que están compartiendo. Solo hasta que el bienestar de ella se ve amenazado por su presencia decide aceptar la verdad y marcharse.

        Casi todos estos hechos son comunes al manga y al anime, pero el tiempo dedicado a ellos, los diálogos empleados e incluso las expresiones de sus rostros difieren en uno y otro en un “duelo” en el que, a mi juicio, el manga es vencedor  en el hecho de mostrarnos a  Albert con mayor profundidad, cercanía y detenimiento.

        Hubo algunos pensamientos del manga que jamás vimos reflejados con justicia en el anime, como estos, entre otros:
 

-Albert (piensa):  “Candy, has sufrido tanto... Me gustaría tanto poder hacerte feliz”

-Candy) (piensa): Las manos de Albert son tan cálidas. Me ha acariciado dulcemente los cabellos. Gracias,  Albert. Me esforzaré por no hablar demasiado de Terry.


       Asimismo, el anime nos robó ese maravilloso pic-nic de Albert y Candy en una colina a la que él la lleva porque al ver el sitio en un recorrido “supo” que debía llevarla. Esa deliciosa tarde donde ambos suben al árbol y Candy comparte el sándwich con él mientras Albert le dice:
 

-Albert: “Ha sido muy bueno esto Candy. Al compartir el sandwich la mitad será tuya y la mitad será mía. Hay algo que quiero que sepas: No hay nada incorrecto en que dos personas compartan las cosas. Desde ahora Candy, tus sufrimientos serán como si fueran míos. Dos seremos aún mejor que uno. Yo estaré siempre aquí para ayudarte”.


    ¿Y Albert el héroe? ¿Dónde quedó  el valiente joven que se interpone entre un león y nuestra querida Candy, recibiendo un serio rasguño,  para que la joven no sufra ningún daño. Y logra apaciguar a la fiera.  Quienes solo conocíamos el anime, nos perdimos de una escena conmovedora.

    Todavía más me entristece descubrir que las intervenciones de Albert al lado de Candy en el manga nueve se redujeron a su mínima expresión en el anime. La “noche al aire libre” donde Candy duerme envuelta en la chaqueta de Albert y apoyada en su hombro tras huir de Neil.  El “diálogo en la copa del árbol”,  cuando ambos sufren la muerte de Stear…La búsqueda desesperada de ella, dibujando hasta carteles con el rostro de Albert, cuando este se marcha…Las tazas y pijamas a juego que ambos compartían…Y, sobre todo, los días que Candy pasa con Albert después de que este le revela su identidad como cabeza de la familia Andrew.  Esos días que el anime se “devoró” sin más ni más.

   Pocas veces la animación japonesa nos ha regalado personajes de la talla de William Albert Andrew. En su personalidad convergen cualidades múltiples, que casi cuesta creer que coexistan en una misma persona. Muy poco sabemos de su infancia como para conocer los motivadores de su polifacética conducta, pero el misterio que gira en torno a él es parte de su encanto.

     El anime hace justicia a sus cualidades de defensor, de amigo y de protector incondicional. Pero nos roba la mayor parte de aquellos momentos que en el manga podía interpretarse un cariz sentimental…Y, sobre todo, nos roba esos preciosos días convivencia posteriores a la revelación de la identidad del tío abuelo.

     Nunca me he podido explicar por qué a los admiradores de Candy que durante mucho tiempo solo tuvimos la oportunidad de conocerla a través del anime, nos fue negada la posiblidad de verla navegando junto a Albert en el Barco-cisne, de naufragar y refugiarse en la cabaña del bosque donde pasan unos días extraordinariamente hermosos conviviendo con la naturaleza, y donde hay una hermosa escena de ambos, envueltos en frazadas y calentándose al amor de la chimenea, mientras Candy se despide mentalmente de Terry analogando aquella escena con la de Escocia y asumiendo que los espacios entre ellos cada día serán mayores.

    La “escapada” de la fiesta de compromiso con Neil, donde tras romper este se van al lago y trepan a un árbol en trajes de gala, hablando de una y mil cosas como las nuevas responsabilidades de él, es otro momento hermoso que no estuvo a nuestro alcance. Y no recuerdo haber escuchado nunca a Albert en el anime diciendo:
 

“Candy, eres tan Independiente y animosa, no hay ninguna mujer en la familia Andrew que se pueda comparar a ti”.


      Ni recuerdo haber visto a Candy tejiendo guirnaldas de flores y colocándolas en derredor de Albert mientras él dormita tumbado en el pastizal.

      Solo la revelación de su identidad como “príncipe de la colina” nos regala un poquito de ese Albert. Y digo un poquito porque, a pesar del vestuario que tuvo en el anime y no en el manga, la emotividad proyectada en sus expresiones durante las últimas escenas me parece que fue muy superior en el segundo.

      Con todo esto no quiero decir que si todos hubiéramos visto estas escenas necesariamente hubiéramos preferido a Albert como pareja de Candy por encima de Terry. Eso seguirá siendo, como hasta ahora, sujeto de preferencias personales. Pero creo que la óptica filial con la que se suele calificar el cariño de Albert quizá se hubiera modificado en la conceptualización de los fanáticos.

    En pocas palabras, pareciera como si el anime nos quisiera dejar a Candy más sola que la misma Kyoko.

    Y, sin embargo, amé y sigo amando profundamente al anime. Mi preferencia y cariño por Albert  datan de mucho antes de conocer el manga.

     De allí que, cuando por fin pude conocer este último, le halla amado todavía más.
 
 

Alimar.



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