Los Tres Rebeldes
por : Mairim Gómez
Si algo se repite constantemente, si algún ideal se ha exaltado a lo largo de la historia de Candy ha sido por sobre todas las cosas el “ser uno mismo” y “buscar el camino propio”. Esas son las principales premisas expresadas a través los tres rebeldes: Albert, Terry y Candy. Tres rebeldes que admiten que lo serán siempre, pero también tres rebeldes con estilo propio.

Candy es un ser muy altruista, evolucionado, demasiado bueno, pero definitivamente también es un espíritu libre, como Albert, como Terry. Esta es la esencia de los tres, es su naturaleza. Y Candy ahora está libre, sí. Libre de culpas. Renunció a Terry pensando que era su obligación. Está en paz consigo misma y se siente satisfecha, es feliz por eso y era de esperarse esa reacción porque siempre se sacrificó por los demás. No traicionó su ser.

Mas no así el “tipo raro del San Pablo”. Terry siempre demostró pasión, inconformidad y desafío. Terry se ha traicionado así mismo, está atrapado entre barrotes de culpas y obligaciones. Está preso, no es él mismo; perdió su libertad cuando antepuso el deber a sus verdaderos sentimientos, a su naturaleza. Pero ¿cuánto más podrá soportar esta alma libre su encierro?.

¿Y qué de Albert?  Es otro personaje crecido, aunque no tanto como Candy. El misterioso rubio le profesa amor a varias cosas durante la historia: a la naturaleza, a la libertad, a la justicia y a la libertad de sus semejantes. Es un alma libre, pero ahora está atada. Aún lleva en
su mente y alma el peso de las responsabilidades y ataduras de ser cabeza de familia. Le llegó la hora de enfrentar el compromiso del que tanto huyó.

¿Qué puede pasar ahora? Creo que ya cada cual tiene trazado su camino. Albert, por más compromisos con su familia nunca dejará sus premisas de lado, nunca dejará de “vivir naturalmente”. El aventurero rubio solo logra la libertad en contacto con la naturaleza y dejando al resto de la gente vivir su vida en libertad. No quiero decir con esto que esté destinado a una existencia en soledad. Eso sí, su pareja no podrá ser cualquiera, debe ser alguien especial que comparta sus ideales... y
ustedes dirán: quién mejor que Candy.

Y es cierto. Candy tiene su mismo espíritu y él está hecho a la medida de la pequeña rebelde. Pero existe un problema: Terry. Está ahí y siempre estará. Y no lo digo yo, lo dice ella cuando después de verlo en el tren lo llama “inolvidable Terry”, cuando reconoce que él “es
diferente” a sus otros dos amores; por eso la atrae tanto. Tienen la misma esencia, pero son sus diferencias las que crean ese lazo indestructible entre ellos.

Terry la confundió con sus contradicciones, la encandiló con su rebeldía, la asustó con su rudeza, la enterneció con sus detalles, la conmovió con sus debilidades, la estremeció con sus arrebatos... la enamoró con su mezcla de rabia y ternura que lo hacía diferente a todos
los demás.

Quizá el pecado de Albert fue ser mayor que ella. Si bien fue el primero, llegó realmente de último. Candy pasaba de niña a mujer cuando llegó el noble inglés como huracán revolviendo sentimientos, miedos y pasiones. Llegó y cambió todo.

Puedo imaginarme a Annie o a Patty casadas con un hombre que les dé tranquilidad, apoyo, amistad, alegría y  bienestar. Incluso a Candy... pero no después de conocer a Terry. Candy y Terry conforman un verdadero ser humano, Candy tiene la evolución que le falta a Terry y él posee las imperfecciones propias de los seres humanos que ella ha dejado atrás. Siento que Candy necesita complementarse y complementar. Para mí, Albert y Candy son dos piezas iguales dentro de un mismo rompecabezas, mientras Candy y Terry son dos piezas distintas que encajan perfectamente para conformar un todo maravilloso.

Jamás se deja de ser uno mismo. Tarde o temprano todos estos personajes únicos tendrán que buscar su camino, su libertad para crecer y trascender. No creo que la libertad de Albert dependa de Candy, pero sí creo que Terry y su pequeña pecosa solo podrán hallar la suya uno en el otro.
 

Mairim

H.T.T.



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